“Yo soy muy tímido”, confesó Jorge Cruz, quien pese a ello tenía la osadía de pasar el balón por entre las piernas del rival, trabajó como taxista, no pensó en ser entrenador y actualmente tiene el reto de convertir al Deportivo Cali en campeón.
De mirada noble y sincera, hablar pausado, menos protagónico que sus jugadores y temperamento ganador, llegó al Cali hace cerca de nueve años y ha convivido con las victorias en las categorías de formación. Descansa viendo fútbol y disfruta comprando ropa. Son las preferencias del técnico natural de Buenaventura, quien en su niñez fue hincha del América.
“En esa época casi todo el mundo en Buenaventura era hincha de Millonarios, pero mi papá, quien trabajaba como ebanista, era del América y una vez me hizo un escudo en madera; pero la verdad era que mis compañeros me ganaban las confrontaciones, ya que el América era un equipo de media tabla hacia abajo. Hasta que un día decidí hacerme hincha de un equipo que le peleara a Millonarios y me pasé para el Deportivo Cali, al igual que mi papá. Mi papá es ‘sandía’ (risas)”.
UN SUEÑO MARAVILLOSO
Buenaventura, puerto de grandes jugadores, quienes servían de espejo para los chicos de la época que transpiraban fútbol, fue la cuna en la que Jorge Cruz empezó a visionar su futuro.
“Cuando yo abría la puerta de la cocina de mi casa, me encontraba con la cancha de fútbol en aserrín, que era conocida como ‘la cancha de los Cuevas’, ya que cerca de mi casa había muchos aserradores. A esa cancha iban todos los grandes jugadores del puerto en sus vacaciones. Me acuerdo tanto que un día Delio ‘Maravilla’ Gamboa dijo: ‘Quiero tomarme una gaseosa, quién me la compra’. Yo me ofrecí y fui corriendo porque para mí era un orgullo. Con eso tuve para chicanearle a mis compañeros, además, porque ‘Maravilla’ me regaló la devuelta”.
DEL PUERTO AL DEPORTIVO CALI
Magia, osadía y todas las fortalezas que brinda el fútbol de potrero le permitieron a Cruz llegar a la capital vallecaucana. “Yo estuve en unos Juegos Departamentales con una Selección Buenaventura. En ese torneo me vieron varios equipos, pero preferí venirme para el Cali: sin embargo, el técnico de la época, Édgar Mallarino, dijo que yo estaba muy flaquito. Pero después un profesor llamado Gregorio Aguas me brindó la oportunidad de volver al equipo caleño en el año 1974”.
Técnico, hábil, inteligente, capacitado para meter un ‘túnel’ o tirar un ‘sombrero’ se define el bonaverense durante sus épocas como mediocampista. Además de la verdiblanca, las del Quindío, Tolima y Cúcuta fueron sus camisetas. Empero, en los ‘azucareros’ no pudo demostrar su grandeza.
“El Cali tenía 30 jugadores de primera línea, y en mi puesto estaban Jairo (Arboleda), ‘Cococho’ (Álvarez), Ruiz Moreno, Diego (Umaña) y ‘El Cabezón’ Álvaro Muñoz Castro. Después llegó el profesor Bilardo, con quien jugué, pero en el 78 me envió al Tolima, que era dirigido por ‘El Tano’ Cardacci. Luego fui al Cúcuta Deportivo, pero allá no me fue muy bien. Después volví al Quindío con el profesor Severiano Ramos, y cuando salí de allí, con 28 años, tomé la decisión de no jugar más al fútbol, porque estaba cansado de que mi hijo estuviera en una y otra ciudad”.
Fue un corto lapso el que Cruz estuvo en los campos, pero no se escapó del ambiente folclórico, arraigado en los clubes de aquel entonces. “Eso se vivía en todos los equipos. Uno llevaba la ropa de bailar a los estadios y cuando terminaban los partidos, salíamos. Yo rumbié bastante, en ese tiempo era normal”.
DEL CAMPO VERDE A LOS TAXIS
Luego de dejar de correr las canchas transportando con destreza la pelota, se dedicó a recorrer las calles de Cali buscando pasajeros.
“Yo fui un taxista malo(risas). Ese trabajo me quedó grande, porque cuando me invitaban a jugar, me iba. Además, me pasaron tantas cosas... Una vez recogí a un par de mujeres en la terminal, y ellas me dijeron que las llevara por la Octava, entonces yo me pasé el puente de Juanchito... las miraba por el retrovisor, pero ellas no me decían nada, hasta que una de ellas me dijo ‘pare aquí’. Se bajaron y le empezaron a decir a los demás taxistas que yo las iba a robar. Entonces quedé como un atracador y eso me desinfló para ser taxista”.
Sin embargo, uno de los mecenas de la época lo condujo de nuevo a su esencia. “‘El Rifle’ Andrade conseguía equipos para jugar en los que le pagaban a uno muy bien, puedo decir que hasta más de los que ganaba como profesional, porque estaba en auge el narcotráfico (...) Un día un equipo llamado ‘Constructora Martínez’ se quedó sin técnico, y el dueño me dijo que me hiciera cargo de la dirección técnica. Luego el mismo señor, Reynaldo Martínez, me brindó la oportunidad de ser asistente técnico de la Selección Valle que era dirigida por Néstor Otero. Desde ese momento me empecé a dar cuenta de que tenía muchas capacidades”.
Como asistente técnico de Otero y Félix Quiñones fue campeón con la Selección Valle en dos oportunidades. También orientó una Selección Juvenil de Colombia, hasta que Nelson Gallego le abrió las puertas del equipo caleño, donde fue un prócer, y el año anterior hizo su ascenso al equipo de mayores.
“Siempre soñé con dirigir al primer equipo, por eso hoy en día siento que he cumplido un sueño. Ahora aspiro a quedarme como técnico y a ser campeón (...) La etapa que viví el año pasado sirvió mucho para lo que soy hoy. Ahora no me ven como el técnico de las divisiones menores que habían puesto en la profesional”.
VIA(ELPAIS.COM)